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UNOS VIDEOS SOBRE LA PINTURA BARROCA ESPAÑOLA

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Un hermoso video sobre Murillo, el entrañable pintor sevillano.




Una manera distinta de disfrutar y apreciar la obra de Francisco de Zurbarán.



Y el genial Velázquez para completar nuestro paseo por la escuela barroca española.



No dejéis de consultar las distintas entradas sobre la escuela pictórica española del Barroco.

LA PINTURA BARROCA ESPAÑOLA: MAPAS CONCEPTUALES

MURILLO Y LOS NIÑOS DE LA CALLE

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Tal vez el Murillo más conocido por el público sea el de las Inmaculadas, pero hay otro Murillo, el de los niños de la calle, el de los pilluelos harapientos y piojosos que se reparten un melón robado, juegan a los dados o comparten almuerzo en aquella Sevilla que se hundía en la miseria, abrumada por los impuestos y la pujante rivalidad de Cádiz, tras la peste de 1649. Las imágenes contenidas en estas obras son el equivalente de esas otras imágenes, sacadas del fotoperiodismo contemporáneo, con las que somos asaltados en alguna plácida sobremesa, y que retratan a los niños harapientos y famélicos del llamado tercermundo, que bien pudiera estar también oculto en algunas de nuestras calles. Aquellas imágenes todavía hoy nos interpelan, a pesar de su lejanía..

Frente al mundo de pilluelos representado por Murillo, estaba la vida en la España de Felipe IV y Carlos II; una España en la que el pensamiento estaba dominado por el poder asfixiante de la Iglesia y, fuera del círculo de la Corte, no se hacía más arte que el religioso. Velázquez tuvo la oportunidad de instalarse en ella y su genio maduró espléndido. Los demás pintores y escultores, empero, no tenían más clientela que las instituciones eclesiásticas, ni más temas que los que dictaban los clérigos, era como dar vueltas alrededor de una noria.


                                                                      Niño espulgándose, 1645-50
                                                  Óleo sobre lienzo, 100 x 134 cm . Museo del Louvre, París


    En Sevilla, no obstante, había una vida intelectual más rica debido a la afluencia de gentes de otras latitudes y otras culturas, banqueros y negociantes atraídos por el comercio de Indias, que, aunque tímidamente, introducen un soplo inesperado en aquel ambiente tan espeso. En 1660 llegó a Sevilla Nicolás Omazur, miembro de una próspera familia de pañeros flamencos, que pronto se convirtió en cliente y mecenas del maestro sevillano. Tuvo así la oportunidad el pintor de escapar a la dictadura clerical y pintar otros temas y asuntos, los cuadros de género con motivos tomados de la calle, al modo como hacían los pintores flamencos o italianos, cuya obra sin duda conocía a través de estampas.

                                                                   Niños jugando a los dados, 1665-75
                                                Óleo sobre lienzo, 146 x 108 cm. Alte Pinakotehk, Munich


El interés por los niños es recurrente en su obra y pronto pasa de la anécdota secundaria a ocupar el centro del cuadro, en línea con la evolución del sentimiento católico del Barroco, como atestiguan el Buen Pastor o los Niños de la Concha. En el Niño espulgándose, sin embargo, encontramos el primer tratamiento profano del tema. Se trata todavía de un cuadro de luces crudas, al estilo de Zurbarán, que desprende una sensación de tristeza y abandono.

                                                                        Niños comiendo melón, 1650
                                                       Óleo sobre lienzo, 145 x 103 cm. Alte Pinakotehk, Munich


Más adelante el maestro suaviza esta manera con luces tamizadas por un cielo nuboso, pincelada más amplia y fluida, que le permite un esfumado ensoñador, y gestos de una alegría vital que contrasta con los harapos que visten los niños, lo que lleva a algún crítico a afirmar que son cuadros absurdamente poéticos. Hay no obstante varias justificaciones para ello:
Una es la reacción de los artistas sevillanos contra el hambre, el dolor y la muerte con una dignidad humana y resignación cristiana que les hiciera soportar el horror, tal la distancia entre Juan de Mesa y Pedro Roldán, por ejemplo. Otra es el destino de estos cuadros en los salones de una burguesía acomodada, que sin duda vería con desagrado que la realidad más sórdida invadiera su hogar cuestionándole su papel social. Finalmente debemos considerar la trayectoria personal del maestro, al filo ya o superada la cincuentena, con una vida familiar «poco feliz y de progresiva soledad», y más proclive por tanto a la complacencia emotiva y sentimental que a la denuncia combativa.


La serie está constituida por cuadros de mediano formato y composición diagonal, de luz sesgada que produce un estimulante juego de sombras y reflejos, donde un paisaje de ruinas se pierde en una neblina difusa. En uno de los ángulos del primer término suele aparecer un bodegón de frutas, muy al estilo barroco, que ya de por sí vale todo un cuadro. Los niños, plenamente integrados y adaptados a su situación, muestran actitudes alegres y desenfadas, mientras comen, juegan o negocian, como un triunfo de la vida sobre el dolor. Con ellos Murillo adelanta unas soluciones formales y expresivas sin precedentes en Europa, que anuncian los modos felices y espontáneos, coloristas y soñadores, del rococó.
Estos cuadros, pintados para esa clientela burguesa a que hemos aludido, viajan luego a Londres, Amberes o Rotterdam, donde prestigian tanto a su autor que se le cita junto a Tiziano o Van Dyck, y servirán de modelo a Gainsborough, Reynols y Constable. Cabe destacar entre ellos el de la Muchacha con flores, una niña casi adolescente, cuya sonrisa sensual y confiada puede rivalizar con la misteriosa y distante de la Gioconda. O el de las Vendedoras de frutas que cuentan las monedas y muestran al descuido su mercancía de uvas y membrillos, un magnífico bodegón de resonancias flamencas. O el de los Niños comiendo pastel, de un sentido del ritmo absolutamente clásicos y una vivacidad que sólo los impresionistas podrán superar.



VELÁZQUEZ, POR FIN

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Velázquez se autorretrató en Las Meninas, una de sus obras cumbres. El pintor se representa a sí mismo sereno y trabajando en un lienzo del que no sabemos nada (o sí, tal vez el espejo...), sosteniendo la paleta con brazo firme. La mirada inquisitiva. La imagen reivindica la nobleza del arte de la pintura, su carácter intelectual. Es una lucha que viene de lejos, desde el Renacimiento. Pero en España es más difícil todo. El pintor dedicó grandes esfuerzos, a lo largo de su vida, a demostrar a sus contemporáneos que esa nobleza, ajena al trabajo manual o mechanico, era consustancial con el trabajo del pintor (el creador). Pero en aquella España de nobles y plebeyos, de hidalgos pobres pero nobles, en la que nadie presumíaa de vivir de su trabajo, era más importante demostrar títulos de nobleza que ser "noble" (en el sentido profundo del término). Por eso, a pesar de la nobleza de su arte, Velázquez batalló en la Corte hasta conseguir que el Rey, su tan retratado Felipe IV, le concediese título de nobleza y lo nombrara Caballero de la Orden de Santiago, poco antes de su muerte. Tal logro (Oh vanidades mundanas), fue inmortalizado por el propio pintor en su pechera en una obra que hacía años que había sido concluida.
En fin, las cosas de tener que ganarse la vida. Veamos ahora, hablando de la vida, una de sus obras de juventud.



El aguador de Sevilla. óleo sobre lienzo. 1623.
106.7 x 81 cm. Wellington Museum, Londres (Reino Unido)
Posiblemente sea la obra maestra de la etapa sevillana. En ella aparecen dos figuras en primer plano, un aguador y un niño, y al fondo un hombre bebiendo en un jarro, por lo que se ha sugerido que podría representar las tres edades del hombre; estaríamos, pués, ante una una alegoría del ciclo de la vida (infancia, juventud, madurez). El aguador, un anciano, ofrece una copa con agua a un chico joven, esa copa representa el conocimiento; mientras tanto, al fondo de la escena, un mozo aparece bebiendo como si estuviera adquiriendo los conocimientos. Velázquez sigue destacando por su vibrante realismo, como demuestra en la mancha de agua que aparece en el cántaro de primer plano; la copa de cristal, en la que vemos un higo para dar sabor al agua, o los golpes del jarro de la izquierda, realismo que también se observa en las dos figuras principales que se recortan sobre un fondo neutro, interesándose el pintor por los efectos de luz y sombra. Todavía mantiene la técnica del claroscuro, iluminando una zona del cuadro con un foco de luz desde la parte izquierda y oscureciendo el resto del lienzo. El colorido que utiliza sigue una gama oscura de colores terrosos, ocres y marrones. La influencia de Caravaggio en este tipo de obras se hace notar, posiblemente por grabados y copias que llegaban a Sevilla procedentes de Italia. Destaca sobremanera la calidad de los objetos representados en el cuadro, el tratamiento que Velázquez hace del cristal o de la cerámica son magníficos, así como el detallismo hiperrealista que se puede observar en la obra, por ejemplo en las gotas de agua que resbalan por el cántaro. Todo ello pintando personajes populares, como era de rigor en la época.
Decimos que todavía, que si aún....y es que Velázquez evoluciona. Su estilo experimentará grandes cambios asociados a su traslado a la Corte de Madrid, donde triunfará como retratista, a su conocimiento de las colecciones reales del s. XVI (Tiziano), a su contacto con Rubens, a su primer viaje a Italia entre 1629 y 1631. De allí vendrá rejuvenecido, abandonando por el camino los restos del tenebrismo. De Italia volverá con una pincelada más fluida, con un cromatismo más rico y luminoso, y con algunas de sus obras maestras: La fragua de Vulcano.

VELÁZQUEZ RETRATISTA

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Ya instalado en la Corte madrileña, Velázquez pintará algunos retratos memorables, además de la extraordinaria Las lanzas o La rendición de Breda (nunca antes se había pintado con tanta dignidad y nobleza una rendición; no hay humillación del vencido, ni crueldades innecesarias). Pero Velázquez es, para la Corte, ante todo retratista. Y no sólo del Rey o de los príncipes e infantes. Contemplad este soberbio retrato del poeta Góngora. Toda la poesía conceptual está contenida en su rostro firme y mirada despectiva.


Don Luis de Gongora y Argote. 1622. 50.3 x 40.5 cm. Museum of Fine Arts, Boston (EEUU)




El Conde-Duque de Olivares a caballo. Óleo sobre lienzo. 1634. 313 x 239 cm.
Museo del Prado, Madrid.
Como viene siendo habitual, Velázquez ni firma ni fecha susobras, aunque en la zona inferior izquierda veamos un papel en blanco utilizado habitualmente para firmar. Podría ser que el maestro lo dejara así porque era consciente de que no había otro artista en España que pudiera realizar este excelente retrato deltodopoderoso Conde-Duque de Olivares. Se desconoce la fecha exacta del encargo, pensándose que la más acertada sería la de 1638, año en el que Don Gaspar pagó a dos compañías de soldados de su propio bolsillo para que evitaran la invasión, por parte de los franceses, de Fuenterrabía, episodio que se sugiere al fondo de la escena donde aparece un efecto de batalla con humo y fuego. Además, el Conde-Duque viste armadura, bengala y banda carmesí de general, atuendo que avala la tesis anterior. La enorme figura de Olivares se nos presenta sobre un caballo bayo, en una postura totalmente escorzada - muy empleada en el Barroco al marcarse una clara diagonal en profundidad - colocado de medio perfil. Va tocado con un sombrero de picos que refuerza su carácter de hombre de mando, frío y decidido. Como uno de los mejores retratistas de la historia que es, Velázquez se preocupa por mostrar al espectador la personalidad de su modelo, su alma. Nunca podremos mantenernos al margen ante uno de los retratados por el sevillano; le tendremos odio o aprecio pero no nos dejará indiferentes. El absoluto control del Estado que ostentaba el valido le lleva a retratarse a caballo, privilegio exclusivo de los monarcas. El estilo de Velázquez es bastante suelto, a base de rápidas manchas de color y de luz, sus grandes preocupaciones tras conocer la obra de Tiziano.
Para qué ver retratos de Felipe IV, si quien mandaba y gobernaba de verdad era Don Gaspar.




LOS BUFONES DE VELÁZQUEZ

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En palacio residía una curiosa tropa de bufones, nutrida por enanos o discapacitados psíquicos. Su función en la Corte era distraer a los monarcas del tedio y la rutina de los asuntos del gobierno. La dignidad con la que fueron retratados por Velázquez no sólo honra su memoria, sino que enaltece a quién los pintó. La Corte y los bufones se fundieron, como veremos en otro momento, en Las Meninas.



                                    El enano Sebastián de Morra. 1645. 106,5 x 81,5 cm. Museo del Prado, Madrid.


                                    El enano Don Juan Calabazas, apodado Calabacillasc. 1639. 106 x 83 cm.
                                                                       Museo del Prado, Madrid

Me ha parecido interesante este texto del escritor español Francisco Umbral, sobre esta faceta de la pintura de Velázquez.

"Muy cerca de él (Velázquez) cuelga la escuela flamenca del Barroco, en la que brilla con luz propia Rubens, a quien tanto admiró y de quien tanto aprendió el sevillano». Fernando Checa, director del Museo del Prado (o ex).
Cuatrocientos años de Velázquez. Me he dedicado a visitar en el Museo sus bufones y meninas, por completar una idea que tengo en la cabeza y porque, con las calores de julio, en el Prado se está fresco. ¿Por qué pinta Velázquez a Pablo de Valladolid, a don Cristóbal de Castañeda, al apodado don Juan de Austria, a Diego de Acedo el Primo, a don Sebastián de Morra, al Niño de Vallecas, al bufón Calabacillas? Es una pregunta con varias respuestas, como todas las verdaderas preguntas no unilaterales. En principio, aquí se nos muestra el otro Velázquez, por voluntad de sí propio. Pintor oficial de reyes, caballos fingidos, infantas, nobles, toda la Corte y su cortesanía, este hombre inalterable y culto en el oficio, pero consciente de su condición (que trata de remediar con la Cruz de Santiago y otras regalías), se decide espontáneo a pintar la espontánea vida, los monstruos humanos, deformes y meninas, harapos del vivir, que son la otra verdad de las cosas.
Velázquez, en fin, experimenta el tirón del mal, el mal de los orígenes, la nostalgia del lodo y del légamo, todo eso en lo que tanto abundó el Romanticismo (Velázquez es también aquí un adelantado).
Por otra parte, Velázquez, con sus seis o siete monstruos, está brindando a reyes y cortesanos un espejo y una lección, pues que ellos van de mejor ropilla, pero son tan caedizos, monstruizables y feos como sus «hombres de placer», o sea de ingenio, risa, diversión y vacación grotesca. Los nobles necesitan cerca a los bufones enanos y meninas, por mejor contrastar continuamente su propia altivez, perfección (relativa) y resplandores. Pero Velázquez pinta un enano con la misma solemnidad, majestad e intención que si pintase una infanta o un príncipe. Está degradando indirectamente su pintura «noble». (Goya se atrevería más, después, y pintaría monstruos reales directamente). El «otro» Velázquez, en fin, se toma la revancha y venganza de su pintura de Corte entronizando bufones, y esto sí que es una bufonada o bufonería. En Las Meninas llega a mezclar lo uno y lo otro, he aquí otra razón más de que éste sea su mejor cuadro. En cuanto a modernidades, que todavía hay quien se las discute, Velázquez nos arroja a la cara la estética de lo feo, el feísmo, y de ahí vendrían luego Goya, Solana, Picasso, Nonell y tantos otros.
Nos abstenemos de decir que Velázquez fuera el precursor de ninguna revolución social o conciencia de clase, ni siquiera protagonista de una personal rebeldía interior contra sus señores, de los que comía y reverenciaba con «la sagrada frecuencia del altar». No se resigna a quedar como pintor de cortesanías. Pintando enanos y bufones escapa a encargos y desemboza innobles nobles, damas castañetas. Decadencia de España que empieza en su pintura."
FRANCISCO UMBRAL LOS PLACERES Y LOS DIAS
Velázquez

VELÁZQUEZ Y EL DESNUDO, UNA ANOMALÍA HISTÓRICA

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La Venus del Espejo. 1648 Museo: National Gallery de Londres.
Características:122 x 177 cm. Material y técnica: Óleo sobre lienzo.




El tratamiento que el desnudo ha tenido en la pintura española es, por decirlo de un modo sencillo, escaso. La Iglesia, principal cliente y mecenas en nuestro país, no consideraba este género dentro de la categoría de "piadoso", por lo que estaba practicamente proscrito. Ni siquiera la excusa de la diosa Venus podía ser admitida. Y en eso llegó Velázquez y todo cambió. Basta con que contempléis"La Venus del espejo", para comprender la grandeza de ese cambio.

ANÁLISIS DE LA OBRA: 
Género: es un cuadro mitológico: Venus recostada; tema iniciado por la pintura veneciana del siglo XVI (algunos ejemplos para recordar: Venus dormida de Giorgione y Venus de Urbino o Venus recreándose con la música de Tiziano), pero que Velázquez aborda con prodigiosa naturalidad y originalidad.
Tema: Recostada en unas ricas sábanas de color gris sobre un lecho protegido por una cortina carmesí, una mujer desnuda, de espaldas, se observa en un espejo, absorta en la contemplación de su propio rostro. El espejo es sostenido por un niño alado, desnudo, apoyado en la misma cama. Los personajes son presumiblemente Venus, diosa de la belleza, y su hijo Cupido, dios del amor. El espejo permite al espectador atisbar el rostro de la diosa que en un principio estaba oculto.
Composición: el cuerpo femenino, en primer plano, atraviesa horizontalmente el cuadro. Desde el pie izquierdo de la Venus comienzan su recorrido líneas que siguen los contornos del cuerpo femenino y remarcan su sensualidad repitiendo sus curvas en los tejidos que le rodean; hacia la derecha, deslizándose por los pliegues de la colcha y los contornos del cuerpo recostado, y hacia arriba hasta alcanzar los bordes del cortinaje rojo. La figura del cupido cierra la composición verticalmente y la equilibra. El espacio contenido en el cuadro es reducido y aún lo parece más al cerrarse el fondo con el cortinaje -no hay escapatoria posible-, con esta manera de componer Velázquez ha acrecentado la sensación de intimidad y cercanía.
Luz: cálida, luminosa, envuelve el cuerpo marfileño de la Venus en un dominio perfecto de la perspectiva aérea.
Color: predominan el blanco, el negro y el rojo, aunque en una extraordinaria gama de matices. Apreciamos también algún toque de ocre y el rosa de la cinta. La gran mancha roja del cortinaje diferencia el fondo del cuadro con el espacio en el que se desarrolla la acción, y la sábana gris destaca el cuerpo nacarado de la diosa.
Dibujo: los contornos son claros. La pincelada es nítida, suelta pero con poca mancha.
Estilo: características propias del Barroco: composición con predominio de líneas diagonales y curvas; uso de un color predominante para dar unidad al cuadro; falta de claridad en el significado. Pero con el clasicismo de Velázquez (equilibrio de líneas, magistral uso del color, sutileza lumínica, pincelada delicada, original acercamiento al tema...)
Significado: la interpretación del cuadro es compleja como corresponde al gusto barroco, así como a la manera en que el propio Velázquez aborda la pintura mitológica, humanizando el mito. En principio todo apunta a una escena de tocador de Venus, lo cual no es frecuente, ya que la diosa no solía ser representada en la intimidad. Pero ciertos elementos nos extrañan; en primer lugar la naturalidad es tal que nos parece contemplar, no a una diosa, sino a una mujer que permanece ajena a la intromisión del pintor-espectador. ¿Es el tema mitológico una excusa para hacer un desnudo femenino esquivando la férrea censura? Es una buena explicación hasta que descubrimos que la sensual belleza del cuerpo se contradice con la vulgaridad real del rostro, expuesta cruelmente por el espejo cuyo significado simbólico es dual: la Verdad y la Vanidad. Así, magistralmente, Velázquez nos vuelve a situar en el plano de lo simbólico. En este sentido, el modo en que Cupido sostiene el espejo, con las manos cruzadas y la cinta rosa sobre ellas, nos sugiere que se trata de un "prisionero voluntario" y simboliza la manera en que el Amor permanece junto a la Belleza. Amor, Belleza, Verdad, Vanidad... esta es la reflexión que se nos plantea.
Influencia: la forma en que Velázquez aborda este tema clásico permitirá a pintores posteriores realizar desnudos con mayor libertad, sin las limitaciones temáticas que el autor barroco tuvo que esquivar; en el s. XVIII, Goya en La Maja desnuda pinta ya a una mujer, y Manet, en el s. XIX, muestra en Olimpia el desnudo franco de una prostituta.
El pintor y su época: A pesar de la crisis económica y política, España en el s. XVII vive un periodo de esplendor cultural y artístico ("Siglo de Oro"). La clientela de los pintores son las iglesias y conventos, ya que los nobles y la Corte prefieren a artistas extranjeros. Por ello, la mayor parte de la producción artística es pintura religiosa contrarreformista, retratos y bodegones, siendo escaso el paisaje y casi inexistentes la pintura mitológica e histórica. Los desnudos eran encargos de coleccionistas (aristócratas y reyes) y requerían de una excusa temática para no ser considerados pecaminosos. Diego Velázquez (1599-1660) es el mejor pintor del Barroco en España y cumbre del arte universal. En su primera etapa sevillana, "tenebrista", realiza bodegones de gran realismo (La vieja friendo huevos y El aguador). Se traslada a Madrid en 1623 como pintor de cámara de Felipe IV. Realiza dos viajes a Italia (en 1629 y en 1648), dónde completa su formación. Pinta retratos del rey y su familia (Felipe IV, Conde-Duque de Olivares, Príncipe Baltasar Carlos), a caballo o de caza, y retratos de bufones (Niño de Vallecas). Su obra maestra es Las Meninas, retrato colectivo de la familia de Felipe IV. También pinta cuadros mitológicos (Los borrachos, La fragua de Vulcano, la Venus del Espejo, Las Hilanderas) e históricos (La rendición de Breda), así como paisajes (Villa Médicis), lo que significa una novedad en el panorama español.

LAS MENINAS, LAS HILANDERAS. UN ANÁLISIS..

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Una buena aproximación a la genial obra de Velázquez, "La teología de la pintura". Atentos a las distintas interpretaciones que los expertos hacen de lo que Velázquez "pinta" en este lienzo.

Y ahora, "Las hilanderas".


LA PINTURA BARROCA ESPAÑOLA: ACTIVIDADES.

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El martirio de San Felipe. José Ribera. 1639.
La fragua de Vulcano. Velázquez.


La rendición de Breda. Velázquez.

El aguador. Velázquez.

 Las hilanderas o la fábula de  Aracne. 1,67 m. x 2,52 m. 1657.
 Oleo sobre lienzo. Museo del Prado. Velázquez.

Para profundizar en el conocimiento de la pintura barroca española es imprescindible conocer a fondo la obra de J. Ribera y, sobre todo, la de Velázquez, los dos autores de referencia para la selectividad.
    Con ese objetivo os propongo el análisis  de "El martirio de San Felipe" , de Ribera, o  del pintor sevillano podéis elegir cualquiera de sus obras maestras; yo os propongo (teniendo en cuenta que Las MENINAS es la cumbre de su arte y ya ha sido analizada profundamente en clase y que hay que conocerla a fondo) el análisis de cualquiera de las cuatro que acompañan esta entrada.

EL ARTE CONTEMPORÁNEO (I): LA REACCIÓN NEOCLÁSICA.

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                                                     Iglesia de la Madeleine, París. Pierre Alexandre Vignon. 1807-1842.




Introducción

      Neoclasicismo y Romanticismo conforman las dos principales manifestaciones culturales en los inicios del arte contemporáneo. Pese a su teórico antagonismo, ambos movimientos constituyen un fiel reflejo del ideario burgués: virtud cívica, rectitud moral, patriotismo e individualismo. Ahora bien, mientras algunos de ellos, como el patriotismo, son comunes, otros van más unidos a un momento concreto: la virtud cívica neoclásica, resultado del ideario revolucionario en el que se enmarca a ruptura con el Antiguo Régimen y el desarrollo de la Revolución Francesa de 1789; y el individualismo romántico, surgido del final de dicho proceso.

El concepto de NEOCLASICISMO: el triunfo de la razón. Objetivismo frente a subjetivismo.
      Hay una serie de circunstancias que explican su desarrollo:
1. El redescubrimiento de la Antigüedad Clásica a través de la arqueología. Las excavaciones en las ciudades romanas de Pompeya y Herculano impulsan este redescubrimiento. La obra del alemán Winckellman, “Historia del Arte en la Antigüedad”, contribuye a consolidar entre las élites los ideales clásicos.
2. La creación, por parte del Estado, de Academias que insistirán en convertir lo clásico en norma. Sus campañas antibarrocas, en pos del llamado buen gusto verán coronados sus esfuerzos.
3. El propio agotamiento de las formas barrocas en su variante rococó, identificadas con la Monarquía absolutista y la aristocracia (Antiguo Régimen).


LA REACCIÓN NEOCLÁSICA 
    La reacción neoclásica contra la estética barroca se inicia a mediados del s. XVIII; supondrá la ruptura plástica con el arte del Antiguo Régimen. La asunción plena del Neoclasicismo se prolongará durante el período napoleónico (estilo Imperio), consolidando el distanciamiento de la burguesía crítica con la aristocracia, amiga de la razón y el orden. El nuevo emperador se apropiaba del lenguaje de los césares para plasmar su idea de imperio universal.
     Las formas artísticas en que se apoyan resucitan las nobles formas del pasado greco-romano, de gran prestigio moral por su identificación con los valores y virtudes republicanas, tan opuestas a la monarquía absoluta. La austeridad neoclásica se opondrá a la exuberancia del barroco, permitiendo la racionalización de la vida y la actividad social.
    Aunque a mediados del siglo XIX se produce un espectacular desarrollo de la arquitectura historicista, mezclándose los estilos (eclecticismo), las nuevas clases dominantes y las instituciones burguesas (parlamentos, bolsas de comercio, academias, etc.) sintieron la necesidad de ennoblecerse con las formas arquitectónicas del pasado grecorromano.

LA ARQUITECTURA NEOCLÁSICA: CARACTERÍSTICAS GENERALES.
   El rasgo más característico es, sin duda, la recuperación de los estilos arquitectónicos de la Antigüedad, tanto los griegos como los romanos. Esta resurrección de los estilos mediterráneos consigue su culminación creadora a principios del s. XIX; a medida que avanza el siglo la imitación de estilos adopta formas cada vez más superficiales y teatrales.
Podemos destacar los siguientes rasgos:
· Las dimensiones llegan a ser colosales, con un regusto por la pomposidad muy marcado. Las formas decorativas se sirven de materiales atractivos y fastuosos.
· La evolución recorre, en su misma sucesión histórica, todos los estilos dependientes de la antigua construcción por columnas: arquitectura griega, romana, se imita la basílica paleocristiana, el Renacimiento.
· Las tendencias clasicistas se manifiestan en aquellos arquitectos que anteponen la forma medida a la sentida, la exactamente delimitada a la dinámica. El clasicismo defiende su lenguaje de formas estereométricas básicas, como el cubo, la esfera, el cilindro y la pirámide. Construye volúmenes corpóreos y macizos.
· Se utiliza preferentemente el orden dórico con fuste acanalado; la columna recuperará su antigua importancia y vuelven los frontones cargados de columnas.
· De Roma se toma la concepción espacial, con especial preferencia por las formas con cúpula, que ahora presentan varios modelos a imitar. En el interior de los edificios suele haber una clara y ordenada distribución de la planta y en el exterior predominan los grandes volúmenes rectangulares, de apariencia sólida y equilibrada.  En líneas generales predomina la copia sobre la imaginación creadora o renovadora. Esta arquitectura será la preferida para los edificios públicos, pues a los Estados de la época (autoritarios) les convenía la sensación de orden y autoridad que transmiten estas construcciones.
· Una novedad es la adaptación del templo griego al culto cristiano; y hacen lo que se había intentado durante el Renacimiento: copiar el templo clásico desde el frontón, con sus grupos escultóricos, hasta sus columnatas y sus gradas, y no solo para el templo, sino para toda clase de monumentos civiles. El Neoclasicismo, aún después de pasado de moda llenará el mundo de Partenones.

LA ARQUITECTURA DE LA RAZÓN EN FRANCIA  
      En Francia destaca el arquitecto Germain Soufflot (1713-1780), quien construye la iglesia de Santa Genoveva de París en 1757. En esta obra logra la estricta articulación de enormes cuerpos arquitectónicos en el exterior. Los modelos romanos y renacentistas determinan el proyecto que también tiene ecos de la catedral de San Pablo de C. Wren, en Londres.
Con más rigor aún tratan los modelos de la antigüedad clásica dos arquitectos de la siguiente generación:
· Claude Ledoux (1736-1806)
· Etienne Louis Boullée (1728-1799)

   Recurren a la columna dórica y destacan el carácter pétreo y macizo del edificio; se acentúa todo aquello que refuerza el carácter grave y simbólico del edificio. A estos arquitectos que construyeron poco, pero proyectaron mucho, se les ha llamado arquitectos de la revolución. Su “Ethos” de mejorar el mundo se corresponde con el espíritu revolucionario, a través de una arquitectura que debía deparar felicidad y armonía a una sociedad purificada moralmente.

LA ARQUITECTURA NEOCLÁSICA EN ESPAÑA
   Durante la segunda mitad del s. XVIII el esfuerzo por la depuración y simplificación de las formas arquitectónicas, es una tarea que se abordará desde la recién creadas “Academias”. La Academia de San Fernando fiscaliza todo cuanto se construye en España desde 1780; propugna el estudio de la arquitectura clásica y envía pensionados a Italia y París.
   Los autores más importantes son:
· Ventura Rodríguez (1717-1785), un arquitecto de transición dentro de un marcada eclecticismo.
· Francisco Sabatini (1727-1798), que supone ya la consolidación definitiva de las tendencias clasicistas.
· Juan de Villanueva (1739-1811). Es el único arquitecto español relacionado con la arquitectura de la razón. Su estancia en Roma, pensionado por la Academia de San Fernando, y su fascinación por dicha ciudad marcarán toda su obra. Destacan las siguientes construcciones: Casita de arriba y Casita de Abajo, en El Escorial. El Museo del Prado, en el que alterna el uso de la piedra y el ladrillo, logrando conciliar la monumentalidad clásica, la modernidad de su tiempo y la funcionalidad de la obra. Fue concebido como Museo de Historia Natural. El Observatorio astronómico de Madrid, obra dotada de un sentido admirable de la proporción, de gran sobriedad y elegancia. El estilo siguió vigente durante toda la primera mitad del siglo XIX; en 1850 se terminaba el edificio de las Cortes.


Y un video de ARTEHISTORIA para rematar:

EL ARTE NEOCLÁSICO, LOS INICIOS DEL ARTE CONTEMPORÁNEO... ALGUNOS VIDEOS

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Una aproximación al contexto ideológico e histórico en el que surge y se desarrolla el NEOCLASICISMO (Lamentar que apenas haya imágenes sobre la escultura de Canova y Thordvalsen, aunque lo remediaremos...).



Un video para recordar los aspectos claves de las revoluciuones de las que surge el mundo contemporáneo, imprescindible para quienes el curso pasado no estudiaron Historia Contemporánea...



Ahora sí, un video-presentación con fondo musical para una mejor asimilación del Neoclasicismo (con escultura incluida)

LA ESCULTURA NEOCLÁSICA

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Además del esquema visual, aquí podéis profundizar en el conocimiento de los dos grandes escultores de esta época, Antonio Canova y Bertel Thorvaldsen.



LA ESCULTURA NEOCLÁSICA: UNA EXPLICACIÓN.

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También  en  la  escultura neoclásica pesó  el  recuerdo  del pasado, muy presente si consideramos el gran número de piezas  que  las  excavaciones iban sacando a la luz, además  de  las colecciones  que  se habían ido formando a lo  largo  de  los siglos.
   Las esculturas neoclásicas se realizaban en la mayoría de los casos en mármol blanco, sin policromar, porque así se pensaba que  eran  las esculturas antiguas, predominando en ellas  la noble  sencillez  y  la serena belleza que Winckelmann  había encontrado  en  la estatuaria griega. En este  mismo  sentido habían ido las teorías de Gotthold Efrain Lessing (1729-1781) que en su libro Laocoonte o de los límites de la pintura y de la  poesía (1766) había tratado de fijar una ley estética  de carácter  universal  que pudiera guiar a  los  artistas;  sus concepciones sobre la moderación en las expresiones y  en  la plasmación  de  los sentimientos son reglas que  adoptará  el modelo neoclásico.
   
    Así, los escultores de fines del siglo XVIII y comienzos  del XIX, crearán obras en la que prevalecerá una sencillez y  una pureza  de  líneas que los apartará del gusto curvilíneo  del Barroco.  En  todos  ellos  el  desnudo  tiene  una   notable presencia,  como  deseo de rodear las  obras  de  una  cierta intemporalidad.  Los  modelos griegos y  romanos,  los  temas tomados  de  la mitología clásica y las alegorías  sobre  las virtudes cívicas llenaron los relieves de los edificios,  los frontones  de  los pórticos y los monumentos, como  arcos  de triunfo o columnas conmemorativas.

     El  retrato también ocupó un importante lugar en la escultura neoclásica; Antonio Canova (1757-1822) representó a  Napoleón como  Marte  (1810,  Galería Brera, Milán)  y  a  su  hermana Paolina  como  Venus  Victrix (1807, Roma  Galería  Borghese) tomando  así los modelos de los dioses clásicos. No  obstante, otros  prefirieron  un  retrato  idealizado  pero  al  tiempo realista que captara el sentimiento del retratado, como Jean- Antoine  Houdon  (1741-1828) con su Voltaire  anciano  (1778, Ermitage  de  Leningrado) o el bello busto de  la  Emperatriz Josefina  (1806, Château de la Malmaison) de  Joseph  Chinard (1756-1813).
              
ESCULTORES MÁS REPRESENTATIVOS  
    Antonio  Canova (1757-1822) y Bertel Thorvaldsen  (1770-1844resumen  las distintas tendencias de la escultura neoclásica. Mientras el veneciano llega al clasicismo desde una formación barroca y configura un estilo de gran sencillez racional como en  Eros  y  Psiquis (1800, Museo Louvre,  París),  el  danés Thorvaldsen   siguió   más  directamente   las   teorías   de Winckelmann   hasta   conseguir  un  estilo   voluntariamente distante  y frío que debe mucho a la estatuaria griega  cuyas obras  tuvo ocasión de restaurar en la Gliptoteca de  Munich. Su   Jason  o  Marte  y  el  Amor  (1803,  Copenhague,  Museo Thorvaldsen) reflejan esa fidelidad al modelo griego.

LA PINTURA NEOCLÁSICA: MAPA VISUAL-CONCEPTUAL

LA PINTURA NEOCLÁSICA. J.L. DAVID.

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J.L. David. El emperador Napoleón I coronando a la emperatriz Josefina. 1805-07 - dimensiones: 629 x 979 cm


 Es éste un cuadro histórico que recoge un episodio real: la coronación de Napoleón el año 1804, que se produjo en Roma bajo la presidencia del Papa, que aparece sentado. Puedes apreciarlo tanto en su globalidad como en el detalle central. El endiosamiento de Napoleón Bonaparte es tal que cuando el sumo pontífice le fue a colocar la corona, él se la arrebató de las manos y se autocoronó. Justo después, coronó a su esposa, la emperatriz Josefina, dejando al Papa en un papel secundario durante esta ceremonia. Este acto de voluntad está relacionado con la Historia; el emperador Carlomagno fue coronado emperador (restableciendo el Sacro Imperio Romano) por el Papa en la navidad del año 800. Aquel acto suponía destacar en el plano simbólico la supremacía de la Iglesia, el poder espiritual, sobre la monarquía, el poder terrenal. Napoleón despeja cualquier duda sobre quién encarna el auténtico poder. Y David lo plasmó en este monumental lienzo.
David trata el tema con gran seriedad y distancia. La gran riqueza de personajes, vestimentas e interiores viene a subrayar el poder inmenso de Napoleón, dueño de Europa desde Rusia a España. Es un cuadro historicista que el propio Napoleón supervisó convirtiendo el arte en propaganda, la pintura al servicio del poder (pero ¿cuándo no lo había estado?). En la escena hay falta de movimiento, grandilocuencia y teatralidad, además de un dibujo muy definido. Se refleja perfectamente todo el boato y la pompa del controvertido emperador y de su entorno.

LA PINTURA NEOCLÁSICA 
   En la pintura donde hubo más dificultad para llegar a una estética neoclásica. Una de las razones fue la escasez de modelos antiguos, pues eran pocos los ejemplos de pintura que sacaban a la luz las excavaciones. Por ello fueron las decoraciones de los vasos de cerámica y los bajorrelieves casi las únicas referencias al alcance de los artistas. Cuando el teórico y pintor Anton Rafael Mengs (1728-1779) quiso llevar las teorías neoclásicas a la pintura, creó en el techo de una de las estancias de la Villa Albani de Roma lo que podría considerarse un manifiesto de este recién nacido clasicismo. En su Parnaso (1761) renunció a los efectos coloristas o de composición propios del Barroco, para realizar una pintura en la que sobresalía la simetría y la razón y se aunaban la perfección de las formas de la escultura antigua con los valores de la pintura de Rafael. El resultado es una obra fría, sin profundidad, conscientemente distante, que recuerda los relieves antiguos. La arqueología dio lugar a pinturas que seguían los ejemplos de la antigüedad; Joseph M. Vien (1716-1809) se sirvió de un mural de Herculano, que había conocido a través de las publicaciones dedicadas a las excavaciones, para su Venta de Cupidos (1763, Château de Fontainebleau). Pero también se produjo una vuelta a los tradicionales maestros de la pintura Rafael, Correggio, Carracci o Poussin.
Todo ello generó una pintura en cierto modo ecléctica que pretendió prescindir de todo detalle superfluo para destacar la importancia del tema; éste es lo fundamental en la pintura neoclásica porque estaba destinada a regenerar la sociedad mostrando las virtudes ciudadanas que se interpretaban a través de temas sacados de la literatura clásica.Jacques Louis David (1748-1825) plasmó en sus cuadros la estética neoclásica. Obras como Belisario recibiendo limosnas (1780) y el fundamental Juramento de los Horacios (1784, París, Louvre) ( revisar comentario del libro de texto) plantean un espacio preciso en el que los personajes se sitúan en un primer plano; el predomina del dibujo, la ausencia de ornamentación, la luz fría y los detalles arqueológicos completan un conjunto que define el gusto neoclásico. Los temas de los cuadros hacen alusión a hechos heróicos y aleccionadores, aunque no forzosamente debían ser antiguos.
En síntesis, el neoclasicismo no fue un estilo inspirado, sino imitador de la antigüedad clásica, de ahí los temas históricos y mitológicos. Abundan los desnudos al estilo griego y las poses grandilocuentes y frías, teatrales, muy estudiadas y académicas. Es un arte lleno de normas, donde lo importante es el dibujo mientras el color se considera secundario. Normalmente se huye del movimiento y, cuando éste está presente, parece congelado, estable y predecible. 



la obra maestra de J.L. DAVID. La coronación de Napoleón.

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Referencias:
Material: Óleo sobre lienzo.
Medidas: 621 x 979 cm.
Museo: Museo del Louvre. París

En este caso, David opta por una representación de la realidad de su tiempo. Ha desaparecido toda alusión a lo antiguo. El mundo moderno ha creado su estilo, nace el "estilo imperio". Ha conseguido personificar en el presente la realidad transformada en ornamentación artística.

David representa la soberbia de un emperadorque se corona él mismo, sustituyendo así el poder papal por el imperial. Napoleón recupera los atributos del Antiguo Régimen pero vestido de Revolución. A partir de 1804, Napoleón decide consolidar la situación autonombrándose emperador de la República y obliga a Pío VIII a coronarle emperador. Tal y como cuenta la historia, Napoleón le arrebató de las manos la corona para coronarse él mismo. David ha elegido el momento en que una vez coronado Napoleón se dispone ahora a coronar a Josefina, primero él, luego ella y por último el Papa.

Napoleón abrió el primer museo público en el Louvre, como elemento pedagógico y bien nacional. Las artes con Napoleón se convierten en instrumentos políticos del poder. Fue el propio Napoleón el que encargó este tema a David para conmemorar su consagración. La obra fue expuesta en el Salón de 1809. Se sabe que se la pagaron 54.000 francos.

La puesta a punto de la obra no fue nada fácil. Hay fuentes que aseguran que David para llevar a cabo su labor, redecoró interiormente Nôtre-Dame creando un aparato teatral para la ceremonia que después fue reproducido en una maqueta de cera.

FUENTE: http://www.spanisharts.com/history/del_neoclasic_romant/neoclas_david.html
Escrito por:
Beatriz Aragonés Escobar.
Licenciada en Historia del Arte



LA PINTURA NEOCLÁSICA: ACTIVIDADES

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Las Sabinas interponiéndose entre romanos y sabinos
 1799. Óleo sobre lienzo. 
385 cm x 522 cm. Museo del Louvre.

Jacques-Louis David, 1793. Óleo sobre lienzo. 165 cm x 128 cm. Museos Reales de Bellas Artes de Bélgica (Bruselas).











Estimados alumnos, con el fin de reforzar nuestro conocimiento sobre la obra del pintor francés J. L. David, adscrito a la corriente del neoclasicismo, aquí os dejo PARA COMENTAR, una par de sus mejores obras del autor francés, ambas de clara lectura política. Podéis elegir una para vuestro personal análisis, pero sabiendo que la "Coronación de Napoleón" es su obra mestra.

LA PINTURA NEOCLÁSICA EN ESPAÑA

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Retrato del rey Carlos III, de A. R. Mengs. Fecha: 1761. Dimensiones: 154 x 110 cm.

Antonio Rafael Mengs, de origen alemán, trabajó para el rey Carlos III, que pretendía extender la Ilustración y el Neoclasicismo al panorama cultural español. Este retrato fue realizado a modo de resumen de las nuevas teorías pictóricas que se pretendían implantar. Mengs muestra en este lienzo toda la habilidad de su técnica aplicada al retrato de estado. El rey está captado de tres cuartos, vestido con su brillante armadura, como jefe militar de la monarquía. La banda de seda que cruza su pecho, con las condecoraciones, parece que se pueda tocar, puesto que reproduce magistralmente las arrugas de haber estado plegada, y los brillos fascinantes del tejido. La figura se apoya estructuralmente sobre dos elementos: en primer lugar, la mesa sobre la que se encuentran los símbolos de poder. En segundo lugar, por el fondo arquitectónico, que muestra una columna clásica y una gran cortinaje rojo. Esto presta solidez a la composición, la misma solidez que ha de tener un gobernante. El paño rojo brillante es un alegre contrapunto de color, así como un homenaje a la pintura veneciana, que Mengs conocía directamente, especialmente a Tiziano. La captación de las calidades materiales es asombrosa en su virtuosismo. Pero carece de la penetración psicológica que mostrarán los retratos de época posterior, durante el Romanticismo. Es una muestra del retrato oficial o de aparato, en el cual lo que se pretende es mostrar con solemnidad el status del representado, cosa que Mengs consigue a la perfección. El lienzo hace pareja con el retrato de la reina Mª Amalia, que también se encuentra en el Museo del Prado.

Los monarcas Felipe V y Fernando VI habían llamado a pintores franceses e italianos, como Louis Michel van Loo, S. Amiconi y C. Giaquinto, que iniciaron la decoración del Palacio nuevo. Más tarde Giambattista Tiépolo, el gran fresquista veneciano, adornó tres de las bóvedas de la real morada con su pintura decorativa y colorista. Todos estos pintores se situaban en la tradición de la pintura barroca decorativa.

La regeneración, desde la perspectiva neoclásica, de la pintura española se produjo con la venida a España en 1761, llamado por Carlos III, del artista bohemio Anton Rafael Mengs. Su llegada trastocó el orden hasta entonces existente porque sus orientaciones fueron seguidas fielmente por el Rey que le concedió todos los honores imaginables ejerciendo desde la Academia, como pintor y como teórico, una auténtica dictadura artística que influyó en la formación de los pintores españoles. Mengs realizó decoraciones para algunas de las bóvedas del Palacio, predominando en todas ellas un dibujo preciso y una falta de expresividad; en El triunfo de la Aurora o La Apoteosis de Adriano, la calculada simplicidad de composición recuerda El Parnaso que pintó en la villa Albani de Roma. Colaboró con él, en el Palacio Real, Mariano Salvador Maella (1739-1819) que también hizo decoraciones para los palacios de Aranjuez, El Pardo y El Escorial; su estilo distante y su colorido algo estridente no le impidieron hacer espléndidos retratos como el de Carlos III (1785) con colores fríos y barnices acharolados. Muchos pintores trabajaron como cartonistas para la Fábrica de Tapices que Mengs dirigía, como los hermanos Bayeu, José del Castillo o Francisco de Goya. Para los tapices Mengs prefirió los temas costumbristas o de cacería muchas veces relacionados con la pintura holandesa, y alentó un costumbrismo de raíz castiza con escenas de género. José del Castillo destacó con sus primorosas escenas de caza como las que adornan la pieza del Príncipe en el palacio de El Escorial. Los Bayeu cultivaron el fresco, sobre todo Francisco (1734-1795) que colaboró en la decoración de la basílica del Pilar de Zaragoza y en el oratorio del Real Palacio de Aranjuez (1791); Ramón, menos brillante, se especializó en los cartones para tapices que resolvió con una técnica suelta y precisa. También trabajó en la Fábrica de Tapices Francisco de Goya (1746-1828), yerno de Francisco Bayeu, pero su obra por su amplitud y su variedad desborda los estrechos límites del Neoclasicismo y merece un estudio más amplio.

Después de la Guerra de la Independencia emergen otros pintores más jóvenes que siguen el neoclasicismo ortodoxo, para luego pasar hacia estilos más eclécticos. Entre ellos destacan José Antonio Aparicio (1773-1838), José de Madrazo (1781-1859) y Juan Antonio Ribera (1779-1860), que aprendieron en Roma el estilo internacional y miraron con admiración a David, pero que luego evolucionaron y ocuparon un puesto importante en el arte español. Sus obras muestran el perfecto conocimiento del mundo clásico, el equilibrio entre color y dibujo en sus composiciones, pero también una capacidad para adaptarse al arte burgués que impondrá el romanticismo.

GOYA, PROPUESTA DE TRABAJO.

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 La condesa de Chinchón. 1800.
Óleo sobre lienzo, 216 × 144 cm. Museo del Prado (Madrid)

 Los fusilamientos del 3 de mayo de 1808. 
Óleo sobre lienzo. 1813-14. 268 cm × 347 cm. Museo del Prado (Madrid)

Duelo a garrotazos. Óleo sobre revoco, trasladado a lienzo, 123 x 266 cm. Museo del Prado (Madrid). 1819-23. 

    Estimados alumnos y alumnas, cuando hayáis acabado con la obra de David, os espera uno de los pintores más versátiles y elocuentes de todos los tiempos, Goya. El hombre y su tiempo; el artista como testigo, a veces incómodo pero siempre veraz, de su época. Resulta difícil elegir una obra de Goya: ¿Qué Goya? ¿El colorista y optimista de los cartones? ¿El ambicioso pintor cortesano que realiza retratos? ¿El pesimista de las pinturas negras? ¿El feroz crítico de los vicios de la España de su época? 
    Elegid vosotros de estas tres obras, la que más os interese. El resto, será estudio.

LA PINTURA DEL SIGLO XIX. EL ROMANTICISMO.

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LA PINTURA DEL SIGLO XIX: EL ROMANTICISMO.
El Romanticismo es hijo de un contexto histórico

La Revolución francesa, las guerras napoleónicas que azotan Europa y la crisis interna de los sistemas de Antiguo Régimen, provocan la pérdida de la fe en la Razón. Como reacción, aparece una nueva sensibilidad que se caracteriza por conceder un valor primordial al sentimiento, la exaltación de las pasiones, la intuición, la libertad imaginativa y al individuo. El romanticismo es, ante todo, una manera de sentir.
El Romanticismo se opone al carácter encorsetado de la pintura académica, rompiendo con las reglas de composición. Su temática busca la evasión, los lugares lejanos y las épocas pasadas. Algunas causas como la guerra de la independencia griega gozan de un gran predicamento entre los románticos. Entre sus máximos exponentes se encuentran los franceses Géricault y Delacroix, los ingleses Constable y Turner, que anticipa el impresionismo, y el germano Friedrich.
Los términos “clásico” y “romántico” son utilizados como términos críticos al arte de cada época. A mediados del siglo XVIII, aparece una división entre lo clásico y lo romántico a partir de la obras de Burke y Winckelmann. Los clasicistas creían que el arte debía buscar la noble simplicidad y la sosegada grandeza. Los románticos, por el contrario, creían que el arte debe sustentar emociones. El término romántico tiene diferentes interpretaciones: peyorativas o laudatorias. El término se acuñó a finales del siglo XVIII para definir una nueva actitud artística que quería poner de relieve lo local y lo individual frente al universalismo, y lo emotivo frente a lo racional. Se propugna la experiencia y romper con el arte mimético y las copias.
Aunque los historiadores suelen separar los estilos, lo cierto es que el Romanticismo y el Clasicismo se combinan. El fin podría fijarse con el comienzo del Realismo, aunque resurgían con el Simbolismo.
El Romanticismo es un movimiento artístico y literario que apareció al final del siglo XVIII y principios del XIX, que dio fuerza, emoción, libertad e imaginación a la clásica corrección de las formas del arte, fue una rebelión contra las convenciones sociales. El siglo XIX es políticamente bastante comprometido se producen movimientos independentistas, se desarrolla el nacionalismo, la industrialización, el nacimiento de la burguesía. En el campo del arte se renueva la arquitectura con la aparición del hierro que ofrece nuevas posibilidades y surge la arquitectura utilitaria. También aparece la fotografía que pone de moda la realidad.


MUERTE DE SARDANÁPOLO, 1827. E. DELACROIX. Óleo sobre lienzo.

La pintura romántica: características generales. La pintura romántica rechaza las convenciones neoclásicas y sus rígidas reglas; supone un momento de renovación técnica y estética de importantes consecuencias para el futuro:

• Utiliza diferentes técnicas: el óleo, acuarelas, grabados y litografías.
• La textura comienza a ser valorada en sí misma y aparecen las superficies rugosas junto con las formas más sutiles. La pincelada es libre, viva y llena de expresividad.
Desaparece la línea frente al color. Se recupera la potencia sugestiva del color, liberándose las formas y los límites excesivamente definidos. Es el agente emocional de primer orden
• La luz es importantísima y se cuidan sus gradaciones dando un carácter efectista y teatral.
• Las composiciones tienden a ser dinámicas, marcadas por las líneas curvas y los gestos dramáticos. Algunos autores como Friedrich prefieren esquemas geométricos más reposados.
• En cuanto a los temas lo característico es la variedad, aunque existen características generales sobre el tratamiento de los temas. Surge el exotismo de la memoria de un misterioso y glorioso pasado que incluye desde la antigua Grecia hasta la edad Media, en especial la época gótica. El gótico es el estilo por excelencia. En la pintura se recogen arquitecturas góticas, leyendas, momentos históricos, etc.
El exotismo también en una amplitud geográfica que incluye el mundo desconocido del norte de Africa y la nueva América salvaje. Se descubre Oriente, que ofrece la luz y el color, así como nuevos temas. Por último la fantasía , y sobre todo el drama con un obsesivo sabor por la muerte, la noche y las ruinas, así como por los monstruos y las criaturas anormales.
Otro gran descubrimiento del Romanticismo es la Naturaleza y el cultivo del género del paisaje, que será exhaustivo. Se pintan paisajes fantásticos, imaginativos, de estudio, evocados, etc. El pintor se enfrenta a la realidad del paisaje, salen al exterior. Por ejemplo los paisajistas alemanes, con Friedrich a la cabeza, proponen el paisaje espiritual, que ayuda a la evocación religiosa por medio de su grandeza. Valoran los estados atmosféricos, como la niebla.
También reivindican la individualidad, el culto al individualismo. El artista prefiere su libertad a la de la colectividad. Por eso son pocos los artistas comprometidos. Por ejemplo Delacroix con la “Libertad guiando al pueblo” donde aparecen pintadas por primera vez las barricadas como testimonio de reivindicación política. Aunque, en general, las reivindicaciones son más exóticas, temas de bandoleros como héroes románticos, etc.
Dentro de la individualidad surge una nueva relación entre cliente y artista. Es un trato de igual a igual. Cambian un bien por un bien. El artista ya no es el artesano. Se crean grupos de artistas que trabajan en común sin romper la individualidad, como el grupo Prerrafaelista inglés o los nazarenos alemanes.

LA LIBERTAD GUIANDO AL PUEBLO, 1831. E. Delacroix. Óleo sobre lienzo.

El Romanticismo francés.Théodore Géricault (1791-1842) Géricault es un artista puente que durante su corta vida pasa de su formación neoclásica en el taller de Pier Guérin a un planteamiento romántico y antecesor del realismo.
Eugène Delacroix (1798-1863) Delacroix fue un artista de gran éxito en su época, guardando aún su obra alguna reminiscencia del Clasicismo a la vez que del Romanticismo más claro. Siendo un supuesto hijo de Talleyrand, estudio también con Guérin, especializándose en 1815 en cuadros de grandes dimensiones. Conoció a Géricault en 1817, quien influirá en su pintura. Delacroix estudió a los grandes maestros del Barroco en el Louvre, interesándose por los grandes artistas venecianos y por Rubens y Rembrandt. También conoce la producción contemporánea, especialmente la de los ingleses Bonington y Constable, y la obra de pintores próximos como Wappers, y le influyen Turner y los retratistas ingleses, de Reynolds a Lawrence. En 1825 viajó a Inglaterra, yendo en 1832 a Marruecos, donde se pone en contacto con el colorismo, la sensualidad y la luz de la pintura norteafricana. En 1833 recibe la protección del primer ministro Thiers. En 1847 visita a Corot, pintor realista, a quien admirará, pero seguirá pintando grandes encargos decoraciones y no obras realistas. En estos momentos también le influirá notablemente Poussin. Delacroix escribió un diario, en el que se presentan vínculos con el Impresionismo "las sombras de un objeto son del color complementario a éste". Esta también en contacto con Chopin, a quién retratará, así como con otros músicos.

LLUVIA, VAPOR Y VELOCIDAD, 1844. W. Turner.

El romanticismo inglés. En los últimos años del siglo XVIII, Inglaterra aporta su contribución a la pintura del paisaje romántico a través de las figuras de Constable y Turner. Los paisajes de Constable transpiran autenticidad y verdad. Están llenos de manchas de colores y se preocupa sobre todo por captar los efectos de la luz y las cambiantes condiciones atmosféricas a través de una técnica rápida y precisa. La obra de WilliamTurner expresa la preocupación por el color y la luz, que utiliza de manera revolucionaria al representar los medios por los que el color parece propagarse a través de la atmósfera: niebla, vapor y humo. Con su obra Lluvia, vapor y velocidad, se convierte en abanderado de la pintura moderna. Viajará por Europa, donde le influirá la tradición del paisajismo clasicista. Preocupado por la la luz, que en sus lienzos cobra gran esplendor y que será su objetivo último en el final de su vida, antecediendo al Impresionismo. En cuanto al color, acude al círculo cromático que ya intuyó Delacroix. Al igual que Goethe se preocupó también por la teoría del color, reuniendo en ella un afán científico y humanista.
EL MONJE FRENTE AL MAR, 1808. Friedrich

El Romanticismo alemán La figura más importante Caspar David Friedrich(1774-1840). Friedrich nace en la Pomerania del Báltico en 1774, siendo contemporáneo de Constable. En 1807 empieza a pintar paisajes al óleo, a los cuales les da una apariencia religiosa, mística, teniendo un carácter casi anicónico. Sus paisajes no son panteístas, sino religiosos, apreciándose la influencia del Pietismo (tendencia del Protestantismo) y de la filosofía de Schleyermacher.
La representación de la naturaleza alcanza la expresión más elevada donde el hombre cumple el insignificante papel de espectador frente a la magnitud del paisaje. Algunas de sus obras son Salida de la luna sobre el mar o Viajero sobre un mar de niebla.
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